Soy
tonta. Así, sin rodeos. Meto la pata, hago el ridículo, me despisto, tomo
decisiones equivocadas, me explico mal, soy patosa, dejo que se rían en mi
cara, ignoro casi todo de esta vida y mi memoria flojea. Pienso poco y tarde. A
veces hablo sin saber y otras me callo aún sabiendo
Pero,
aún siendo así de tonta, sé distinguir a un tonto cuando lo veo. Es una clase de
tontería distinta a la mía (o eso espero). Es el tonto corto, ignorante, mentecato,
estúpido y absurdo. Es el peor tonto posible, porque no es consciente de su
imbecilidad y se atreve con todo. Es el tonto más peligroso para las neuronas
sensibles
Estos
tontos son como la letra de una canción de reggaetón: simples, previsibles e
insultantes
Simples
como el mecanismo de un botijo. Pero no en plan entrañable y gracioso, no. Es
más bien en plan ¿dónde está la cámara oculta?, ¿hay algún listo en la sala que
me quiera matar?, ¿y esta persona tiene un trabajo?
Previsibles
porque antes de que abran la boca ya sabes lo que te van a decir: las mismas
sandeces una y otra vez. No se contentan con repetir frases que van leyendo por
ahí sino que además te las mandan por whatsapp. Y por la noche. Ellos se van a
dormir tan felices y a ti te estallan los ojos y el cerebro
Insultantes
para una inteligencia media, tampoco hace falta que sea para tirar cohetes. A
ver, yo ya tengo pocas neuronas funcionando y al menos una de ellas está en
peligro de extinción. Las pobres son frágiles y tengo que protegerlas; no puedo
exponerlas a según qué conversaciones. Tampoco a Mujeres, hombres y viceversa
La
cosa funciona más o menos así: llega el día en que ya no te queda más remedio
que aguantar al tonto, intentas elevar algo el nivel de la conversación pero no
hay manera. No. Hay. Manera. A los cinco minutos tú ya sabes que eso no puede
acabar bien; o abortas la conversación o ahí va a haber sangre. Joder, que yo
tampoco es que quiera hablar de cine iraní, pero ¿algo? Como mucho sacas un “la
gente está fatal”. Qué coño la gente, tú estás fatal, joder, tú eres uno de los
imbéciles colocados estratégicamente que uno se encuentra cada día. ¡Qué andas
mirando alrededor, si eres tú! Y, mientras, la neurona agonizando cual oso
panda. Tienes que salvarla, así que, dependiendo de cuál sea el grado de cariño
y/o compasión que tengas hacia el tonto, puedes optar por
-
Decirle
todo lo anterior a la cara y marcharte
-
Inventarte
que has quedado con alguien y marcharte
-
Respirar
hondo, no decir nada y marcharte
En
definitiva, que si un día me pilláis soltando una gilipollez tras otra, os
advierto: no es culpa mía. Es la neurona, que no lo resistió