Vistas de página en total

lunes, 31 de octubre de 2016

ALL HALLOWS EVE



Que significa “víspera de Todos los Santos”. O sea, hoy

Os voy a contar un secreto: si celebras Halloween no te quitan el carnet de español. Y tampoco vas al infierno. ¿Que puede resultar de mal gusto? Sí. Como el carnaval. ¿Que no es una fiesta tradicional española? ¿Y? Repito, ¿y?

Venga, os voy a contar otro secreto. Puedes celebrar Halloween hoy, y mañana ir al cementerio, tomar huesos de santo y comerte una docena de castañas. Qué fuerte, ¿no?

Nunca desearé feliz Halloween; me parece una gilipollez. Ni me voy a pintar la cara para parecer un muerto viviente. Pero tampoco voy a tener la mente tan cerrada como para creer que el hecho de celebrar Halloween, o de disfrazarte de bruja, te define como persona, o te convierte en algo distinto de lo que eres

Y esos que sois tan, pero tan pesados, esos que estoy segura de que jamás, y hoy menos que nunca, se os ocurriría ver una serie estadounidense, ni comprar en Primark o H&M, ni comeros una pizza con nachos o un kebab, vosotros, de verdad, tranquilizaos, que la vida es mucho más sencilla que todo eso

Yo esta noche voy a disfrazarme. Lo voy a hacer. Voy a disfrazarme de mí misma hace quince años y voy a disfrutar del concierto de Operación Triunfo. Y eso sí que da miedo

lunes, 24 de octubre de 2016

MANITAS DE BEBÉS



Los bizcochos esponjosos, la empanada de zorza, los bocadillos con muchas cosas mezcladas. Las huertas, los patos, las manitas de los bebés. Ir al teatro, leer, leer y leer. El día de Reyes. Madrugar, tomar el pulpo en la feria, las gallinas. Y los pollitos. Las notas manuscritas. Vestir de rojo, de negro, de blanco, de flores. Los ríos, los ríos y los ríos, ¿qué tendré yo con los ríos? El jazmín, los tulipanes, la sensación de no hacer pie en el mar. Las películas antiguas en blanco y negro, las películas musicales, el technicolor. Londres en Navidad, Londres en todas las épocas. El sol calentándome la cara en un día frío. Los calcetines de colores, los bolsos grandes y los bolsos pequeños. Acercarme a un estanque y descubrir que hay peces de colores. Los limones, tocarlos, olerlos, el musgo. Ver la televisión de Galicia. Aprenderme una canción poco a poco. El sol reflejado en el mar azul, el sonido de las gaitas. Las casas luminosas, las vacas, las castañas asadas. Llevar poco equipaje

Hace poco alguien me decía que sabía muy poco de mí, que le contara más cosas, bla, bla, bla, y todo ese rollo que odio que me pregunten. Soy una persona reservada, es verdad, pero continuamente estoy hablando de mí. Me retrato en cada palabra que digo, en cada palabra que escribo, en cada acción y en cada reacción. Bueno, menos cuando hago o digo cosas que ni yo misma sé por qué las he hecho o dicho. Mi mente y mi cuerpo, que van a su bola

En definitiva, que soy un libro abierto. ¿Y quién quiere detalles biográficos y simples anécdotas cuando puede leer mi alma?

Vale. Ahí me he pasado. ¿Veis? Una de esas veces en las que no sé por qué digo lo que digo



jueves, 13 de octubre de 2016

OS CUENTO



Ayer fui a un barrio muy remoto a hacerme devota oficial de San Jerónimo. ¿Que por qué? Pues porque hace poco tuve un día fantástico, vamos, que me pasé el día flipando, y luego me enteré de que era San Jerónimo. Y no me hizo falta hilar más: el santo hizo el milagro. En fin, el caso es que me encontré la iglesia cerrada y me tocó bastante las narices, porque, de verdad, qué grande es Valencia. Y qué poquito están las iglesias para andar despreciando devotos, esa es otra.

Total, que caminando, pero caminando mucho, llegué a una frutería de estas enormes, y, mientras elegía unas ciruelas maduras (con guantes, eh, con guantes) me dio por pensar que, bueno, que San Jerónimo tiene que estar en todas partes, así que también podía hacerme devota a distancia.

Y seguí andando hasta llegar a una feria medieval instalada sobre un puente del siglo XVI. A ver, a mí los puentes, si no hay río debajo, me dan bastante igual, y el siglo del que sean, pues más aún. Pero últimamente me ha dado por leer libros sobre el Camino de Santiago, que está lleno de puentes, y los ojos se me fueron al cartel. A lo que iba, feria medieval, lo nunca visto. Prácticamente lo único que captó mi atención fue un olor a queso importante y un puesto de productos de Lugo. Y es que, cada vez que oigo hablar aquí con acento gallego, me da un vuelco el corazón. Y ver el pulpo, tan alangrinada como iba, también. Pero es que a mí si no es en la feria de Sarria como que no me sabe igual.

Nada, que pasé de largo por el pulpo y el churrasco y unos minutos después entré en una librería. Y, como me estoy preparando para hacer el Camino, al menos intelectualmente, los ojos se me fueron a un libro titulado “La flecha y la vieira”. Sí. Y me acordé de aquella vez en la que estuve a punto de estar a punto de pintar flechas amarillas. A estas alturas reconozco que ya no me acordaba para nada de San Jerónimo; a ver, que mi devoción no se vende tan barata. Desde aquí te lo digo, Jero, ponte las pilas.

Mi penúltima parada de la mañana fue en la Basílica de la Virgen de los Desamparados. Siempre que paso entro a hacer una visita, pero en ese momento estaba cantando el coro de la Escolanía, y eso no me lo podía perder. Total, que me siento. Y a mi lado había una chica haciendo un vídeo del coro mientras cantaba. Hasta que se acerca un propio, el que pasa el cepillo, a decirle que fuera cámara. Yo ahí ya no supe si estaba en misa o en la boda de Paquirrín. Pero es que a continuación se le acerca una señora a soltarle no sé qué rollo del turismo y la religión, que os juro que tuve que contenerme para no decirle que la esperaba en la calle. ¿A quién molestaba esta chica grabando discretamente desde su asiento? ¿Por qué hay tanta gente que cree saber nuestras intenciones? ¿Que da por supuestas un montón de cosas sobre nosotros? ¿Que se cree con el derecho a entrar en nuestra conciencia, a deducir nuestros pensamientos y a, en consecuencia, criticar nuestros actos?

No podemos meternos en nuestros asuntos porque ya no sabemos cuáles son nuestros asuntos. Creemos que todo es asunto nuestro. Y no.

Esta chica se pasó el rato siguiente llorando. Llorando de emoción, cosa que no le impidieron esos dos memos. Cuando vi que su cleenex no podía estar más estrujado, le ofrecí uno. Y me lo agradeció de una manera que aún ahora hace que se me ponga un nudo en la garganta. Porque ella sabía que le estaba ofreciendo algo más que un simple pañuelo de papel.

Y a mí no me quedó más remedio que pensar que, sólo quizá, San Jerónimo había tenido algo que ver en todos aquellos pequeños encuentros. Que, sólo quizá, él sabe que valoro tanto, o más, las pequeñas cosas que todo un día de cosas alucinantes. O, tal vez, soy sólo yo