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jueves, 13 de octubre de 2016

OS CUENTO



Ayer fui a un barrio muy remoto a hacerme devota oficial de San Jerónimo. ¿Que por qué? Pues porque hace poco tuve un día fantástico, vamos, que me pasé el día flipando, y luego me enteré de que era San Jerónimo. Y no me hizo falta hilar más: el santo hizo el milagro. En fin, el caso es que me encontré la iglesia cerrada y me tocó bastante las narices, porque, de verdad, qué grande es Valencia. Y qué poquito están las iglesias para andar despreciando devotos, esa es otra.

Total, que caminando, pero caminando mucho, llegué a una frutería de estas enormes, y, mientras elegía unas ciruelas maduras (con guantes, eh, con guantes) me dio por pensar que, bueno, que San Jerónimo tiene que estar en todas partes, así que también podía hacerme devota a distancia.

Y seguí andando hasta llegar a una feria medieval instalada sobre un puente del siglo XVI. A ver, a mí los puentes, si no hay río debajo, me dan bastante igual, y el siglo del que sean, pues más aún. Pero últimamente me ha dado por leer libros sobre el Camino de Santiago, que está lleno de puentes, y los ojos se me fueron al cartel. A lo que iba, feria medieval, lo nunca visto. Prácticamente lo único que captó mi atención fue un olor a queso importante y un puesto de productos de Lugo. Y es que, cada vez que oigo hablar aquí con acento gallego, me da un vuelco el corazón. Y ver el pulpo, tan alangrinada como iba, también. Pero es que a mí si no es en la feria de Sarria como que no me sabe igual.

Nada, que pasé de largo por el pulpo y el churrasco y unos minutos después entré en una librería. Y, como me estoy preparando para hacer el Camino, al menos intelectualmente, los ojos se me fueron a un libro titulado “La flecha y la vieira”. Sí. Y me acordé de aquella vez en la que estuve a punto de estar a punto de pintar flechas amarillas. A estas alturas reconozco que ya no me acordaba para nada de San Jerónimo; a ver, que mi devoción no se vende tan barata. Desde aquí te lo digo, Jero, ponte las pilas.

Mi penúltima parada de la mañana fue en la Basílica de la Virgen de los Desamparados. Siempre que paso entro a hacer una visita, pero en ese momento estaba cantando el coro de la Escolanía, y eso no me lo podía perder. Total, que me siento. Y a mi lado había una chica haciendo un vídeo del coro mientras cantaba. Hasta que se acerca un propio, el que pasa el cepillo, a decirle que fuera cámara. Yo ahí ya no supe si estaba en misa o en la boda de Paquirrín. Pero es que a continuación se le acerca una señora a soltarle no sé qué rollo del turismo y la religión, que os juro que tuve que contenerme para no decirle que la esperaba en la calle. ¿A quién molestaba esta chica grabando discretamente desde su asiento? ¿Por qué hay tanta gente que cree saber nuestras intenciones? ¿Que da por supuestas un montón de cosas sobre nosotros? ¿Que se cree con el derecho a entrar en nuestra conciencia, a deducir nuestros pensamientos y a, en consecuencia, criticar nuestros actos?

No podemos meternos en nuestros asuntos porque ya no sabemos cuáles son nuestros asuntos. Creemos que todo es asunto nuestro. Y no.

Esta chica se pasó el rato siguiente llorando. Llorando de emoción, cosa que no le impidieron esos dos memos. Cuando vi que su cleenex no podía estar más estrujado, le ofrecí uno. Y me lo agradeció de una manera que aún ahora hace que se me ponga un nudo en la garganta. Porque ella sabía que le estaba ofreciendo algo más que un simple pañuelo de papel.

Y a mí no me quedó más remedio que pensar que, sólo quizá, San Jerónimo había tenido algo que ver en todos aquellos pequeños encuentros. Que, sólo quizá, él sabe que valoro tanto, o más, las pequeñas cosas que todo un día de cosas alucinantes. O, tal vez, soy sólo yo


6 comentarios:

  1. pues yo no tengo nada claro que Valiña fuera el de las flechas amarillas, pero cualquiera remueve ahora eso

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  2. Las flechas las pintó por primera vez un señor de Pamplona que hacía el Camino con sus dos hijos pequeños. Lo sé porque iba delante de nosotros con su bote de pintura y su pincel. En aquel momento me pareció que estropeaba los muros y los cierres, porque como además pintaba un poco rápidamente, no escurría el pincel y quedaban churretones. La intervención de Valiña, al que no conozco, no sé cuál fue. Si a él le hace ilusión, seguro que al señor de Pamplona no le importará.

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  3. Muy completo el post de hoy, muchas cosas para comentar. Si la pobre chica de la Virgen estaba grabando sin molestar, me parece fatal lo que le hicieron, hay que saber distinguir. Otra cosa es que grabara a los niños de la Escolanía, pero si fuera ese el motivo se lo deberían haber aclarado y seguro que lo habría entendido perfectamente. Debía de ser buena persona para no dejarse amargar y ser capaz de emocionarse.
    Y San Jerónimo actúa, no le pongo cara ni le he prestado mucha atención, la verdad, pero actúa como todos los santos.

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    1. Tal cual

      Yo es que no soy muy de santos, pero no pienso reconocerlo, y menos por escrito. ¡Uy! San Jerónimo forever

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