Ayer
fui a un barrio muy remoto a hacerme devota oficial de San Jerónimo. ¿Que por
qué? Pues porque hace poco tuve un día fantástico, vamos, que me pasé el día
flipando, y luego me enteré de que era San Jerónimo. Y no me hizo falta hilar
más: el santo hizo el milagro. En fin, el caso es que me encontré la iglesia
cerrada y me tocó bastante las narices, porque, de verdad, qué grande es
Valencia. Y qué poquito están las iglesias para andar despreciando devotos, esa
es otra.
Total,
que caminando, pero caminando mucho, llegué a una frutería de estas enormes, y,
mientras elegía unas ciruelas maduras (con guantes, eh, con guantes) me dio por
pensar que, bueno, que San Jerónimo tiene que estar en todas partes, así que
también podía hacerme devota a distancia.
Y
seguí andando hasta llegar a una feria medieval instalada sobre un puente del
siglo XVI. A ver, a mí los puentes, si no hay río debajo, me dan bastante
igual, y el siglo del que sean, pues más aún. Pero últimamente me ha dado por
leer libros sobre el Camino de Santiago, que está lleno de puentes, y los ojos
se me fueron al cartel. A lo que iba, feria medieval, lo nunca visto.
Prácticamente lo único que captó mi atención fue un olor a queso importante y
un puesto de productos de Lugo. Y es que, cada vez que oigo hablar aquí con
acento gallego, me da un vuelco el corazón. Y ver el pulpo, tan alangrinada
como iba, también. Pero es que a mí si no es en la feria de Sarria como que no
me sabe igual.
Nada,
que pasé de largo por el pulpo y el churrasco y unos minutos después entré en
una librería. Y, como me estoy preparando para hacer el Camino, al menos
intelectualmente, los ojos se me fueron a un libro titulado “La flecha y la
vieira”. Sí. Y me acordé de aquella vez en la que estuve a punto de estar a
punto de pintar flechas amarillas. A estas alturas reconozco que ya no
me acordaba para nada de San Jerónimo; a ver, que mi devoción no se vende tan
barata. Desde aquí te lo digo, Jero, ponte las pilas.
Mi
penúltima parada de la mañana fue en la Basílica de la Virgen de los
Desamparados. Siempre que paso entro a hacer una visita, pero en ese momento estaba
cantando el coro de la Escolanía, y eso no me lo podía perder. Total, que me
siento. Y a mi lado había una chica haciendo un vídeo del coro mientras cantaba.
Hasta que se acerca un propio, el que pasa el cepillo, a decirle que fuera
cámara. Yo ahí ya no supe si estaba en misa o en la boda de Paquirrín. Pero es
que a continuación se le acerca una señora a soltarle no sé qué rollo del
turismo y la religión, que os juro que tuve que contenerme para no decirle que
la esperaba en la calle. ¿A quién molestaba esta chica grabando discretamente
desde su asiento? ¿Por qué hay tanta gente que cree saber nuestras intenciones?
¿Que da por supuestas un montón de cosas sobre nosotros? ¿Que se cree con el derecho
a entrar en nuestra conciencia, a deducir nuestros pensamientos y a, en
consecuencia, criticar nuestros actos?
No
podemos meternos en nuestros asuntos porque ya no sabemos cuáles son nuestros
asuntos. Creemos que todo es asunto nuestro. Y no.
Esta
chica se pasó el rato siguiente llorando. Llorando de emoción, cosa que no le
impidieron esos dos memos. Cuando vi que su cleenex no podía estar más
estrujado, le ofrecí uno. Y me lo agradeció de una manera que aún ahora hace
que se me ponga un nudo en la garganta. Porque ella sabía que le estaba
ofreciendo algo más que un simple pañuelo de papel.
Y
a mí no me quedó más remedio que pensar que, sólo quizá, San Jerónimo había
tenido algo que ver en todos aquellos pequeños encuentros. Que, sólo quizá, él
sabe que valoro tanto, o más, las pequeñas cosas que todo un día de cosas
alucinantes. O, tal vez, soy sólo yo
pues yo no tengo nada claro que Valiña fuera el de las flechas amarillas, pero cualquiera remueve ahora eso
ResponderEliminarNi yo
EliminarLas flechas las pintó por primera vez un señor de Pamplona que hacía el Camino con sus dos hijos pequeños. Lo sé porque iba delante de nosotros con su bote de pintura y su pincel. En aquel momento me pareció que estropeaba los muros y los cierres, porque como además pintaba un poco rápidamente, no escurría el pincel y quedaban churretones. La intervención de Valiña, al que no conozco, no sé cuál fue. Si a él le hace ilusión, seguro que al señor de Pamplona no le importará.
ResponderEliminarUy, uy, uy, qué polémica...
EliminarMuy completo el post de hoy, muchas cosas para comentar. Si la pobre chica de la Virgen estaba grabando sin molestar, me parece fatal lo que le hicieron, hay que saber distinguir. Otra cosa es que grabara a los niños de la Escolanía, pero si fuera ese el motivo se lo deberían haber aclarado y seguro que lo habría entendido perfectamente. Debía de ser buena persona para no dejarse amargar y ser capaz de emocionarse.
ResponderEliminarY San Jerónimo actúa, no le pongo cara ni le he prestado mucha atención, la verdad, pero actúa como todos los santos.
Tal cual
EliminarYo es que no soy muy de santos, pero no pienso reconocerlo, y menos por escrito. ¡Uy! San Jerónimo forever