Odio
el último día del año. Bueno, odiarlo, odiarlo, no, pero no me gusta nada. Fin
de año, fin de año.. ¿Y qué? Hoy es hoy y mañana será mañana como pasa
cualquier día del año (a no ser que te mueras o que llegue el fin del mundo,
claro). El 31 de diciembre, sin posibilidad de escapatoria, a la peña le da por
soltar chorradas a diestro y siniestro y te las tienes que tragar por narices.
Me refiero a la gente de la que no sabes nada en todo un año y hoy te llenan el
móvil, correo y Facebook con mensajes moñas, imbéciles, o las dos cosas a la
vez. Que me dejéis en paz, tíos… que sí, que sí, paz y amor para todo el mundo,
que se cumplan vuestros sueños bla bla bla me la pela y que 2013 os traiga un poco
más de seso en la mollera. Pero si no hablamos desde hace 3 años como mínimo, y
ya no digamos vernos… Y, además, si casi no te conozco… Que sí, que vale, que
aunque no nos veamos nunca eso no quita para que no puedas desearme feliz no sé
qué como se lo deseas a tus otros cientos de contactos. Gracias, que te den.
O
esos gilimbéciles que te dicen que recibas el año nuevo subido a una silla, o
que metas un billete debajo del plato, o que metas algo de oro en el champán, o
te pongas unas bragas rojas o unos gayumbos coloraos. ¡Te los pones tú o te los
metes por donde te quepan, vidente de tres al cuarto! Si pensáis hacer algo de
esto esta noche, que sepáis que tenéis infinitamente más posibilidades de morir
atragantados o de romperos la crisma que de conseguir un trabajo o un novio/a
Salid
aunque no tengáis ganas, bebed aunque seáis abstemios, divertíos aunque no tengáis
motivos y comed las uvas aunque os caigáis de sueño. Esta es una noche de
rituales y pobre del que no los cumpla todos.
No
me hagáis caso, creo que me ha poseído Mr. Scrooge. O va a ser que sí, que sí
odio este día
