Es
muy difícil encontrar un regalo que le haga verdadera ilusión a una persona
adulta. O, al menos, a mi me resulta muy difícil. Puede ser por mi falta de
acierto a la hora de elegir, mi escasez de posibles, o por la falta de
entusiasmo de ellos. El caso es que sí, los regalos les gustan, los agradecen,
pero vamos, que no les sale la emoción por los poros de la piel. Lo que quiero
decir no es esto (aunque no lo retiro). Lo que yo quiero decir es que hay que
aprovechar mientras los niños son niños. Aprovechar la época en la que aún
existe la ilusión, porque es muy corta. Demasiado corta. Sobre todo esas
ilusiones que se pueden alcanzar con dinero. Dando por supuesta la sensatez de
los mayores, ya que no se trata de gastar lo que uno no tiene, así como la
necesidad de que los niños aprecien el valor de las cosas, si mochuelita pide
el Nenuco Petetillos que, según el anuncio de la tele, vale más de 50€, pues por
mi madre que los Reyes le traen el Nenuco Petetillos.¿Que es que además ha pedido el salón de
belleza de Barbie, con sus rulos, pintalabios, tintes de pelo y súper
alucinantes accesorios? Pues marchando el salón de belleza más rosa y con más
brillos que jamás hayan visto sus ojos. Y si mochuelito quiere un videojuego,
que no entiendo yo cómo algo tan pequeño y poquita cosa puede ser tan caro,
pues va a tener el videojuego aunque luego yo vaya canina todo el mes siguiente.
Y por Dios, no quiero que esto suene frívolo o irresponsable, porque no me
gustaría parecer ni una cosa ni la otra. Simplemente quiero decir que la ilusión
de los niños, la verdadera ilusión y no los caprichos, es una de las cosas más
valiosas que existen, y hay que cuidarla, fomentarla y conservarla el mayor
tiempo posible. Y, si está en mi mano, no voy a ser yo quien les fastidie uno
de los días más importantes del año. ¡Ea!
Dicho
esto, sólo quiero añadir: Reyes Magos,
si me estáis leyendo, o viendo, a mi sí, ¿eh?, a mi me hace ilusión todo. Pero
todo todo. Y mucha. Os espero con los brazos abiertos
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