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jueves, 24 de marzo de 2016

ABU



Últimamente pienso mucho en mi abuela. La madre de mi madre. No puedo hablar con ella, ni verla, ni oírla reír, ni abrazarla, pero no hay distancia ni tiempo, ni vida ni muerte que me impida pensar en ella. Siempre unidos en el pensamiento, como una vez nos escribió. Siempre unidos.

Y, al pensar en ella, he releído sus postales (¡ay, las postales!), he revisado sus fotos y he hablado de ella con mi madre. Y he decidido que, ahora mismo, aquí, voy a escribir todo lo que era mi abuela para mí por si alguna vez se me olvida, o por si algún día necesito desesperadamente encontrar algo de la verdad, la sensatez y la bondad que le falta a este mundo absurdo y loco.

Mi abuela era la de la risa contagiosa; la de la casa abierta a todos; la de los ojos claros, y la palabra todavía más clara; la de la vida a veces difícil, pero sin una queja; la que estuvo en la alegría y en la tristeza, ayudando siempre y juzgando nunca; la que se hubiera merecido mucho más.

Una señora elegante y con un porte que ya lo quisiera yo para mí. Compasiva. Justa. Generosa. Agradecida. Una mujer de paz. Muy religiosa; nunca se sentía sola sabiéndose acompañada por el Sagrado Corazón de Jesús y su Virgen de la Merced del convento de Sarria. Una mujer que sabía apreciar y disfrutar de cosas tan sencillas como un granizado, un día de sol, las flores o el mar. Que iniciaba las cartas con “Queridísimos hijos y nietiños”, y las acababa con “muchísimos besos con todo el cariño de Mamá y Abuela”.

Y mi abuela, a sus hijos, y cuando digo hijos incluyo alguno que otro que no parió, y a sus nietos, nos quería muchísimo. Y cuando digo muchísimo quiero decir que me da pena pensar que seguramente no llegué a quererla tanto como ella me quiso a mí. Es lo que nos suele pasar a los jóvenes estúpidos e inexpertos.

¿Que si mi abuela era perfecta? Por favor, no me ofendáis. Mi abuela no era perfecta; mi abuela era real. Muy real y muy de verdad. Y gracias a que no era perfecta puedo mantener la esperanza de conseguir algún día parecerme a ella.

Y ahora sé por qué mi abuela nunca pretendió aparentar ser algo distinto o algo más de lo que era. No le hacía falta; porque ella ya era mucho


miércoles, 9 de marzo de 2016

SÚPERLÓPEZ



En España hay casi 900.000 personas que se apellidan López. Vamos, que es uno de los apellidos más comunes. Si se da la circunstancia de que alguien de la alta sociedad hereda ese apellido, ¡oh, no, qué vulgaridad!, le añade otro que tenga por ahí que suene más a rico y se agencia uno compuesto para que el López quede más disimulado. Lo que no entienden es que la vulgaridad y la pobreza no dependen de un apellido ni de una cuenta corriente. Puedes tener catorce apellidos con sus guiones, sus de, sus de la y en tres idiomas y seguir siendo vulgar. Y puedes tener mansiones en Sotogrande y el dinero saliéndote por las orejas y ser muy pobre. Más que pobre, miserable.

López es el apellido de mi madre y de mi abuela. Y de mis tíos, cómo no. Personas únicas y muy ricas. Ricas en honradez, en buena educación, en generosidad, en lealtad y en amor. Gente respetable que hace su apellido respetable.

Así que lo respetas