Así a simple vista el 2021 no parece muy prometedor, pero ¿y la ilusión que hoy sentimos qué? Pues que no tiene precio. Yo, igual que muchos, nunca había depositado tantas esperanzas en los 365 días que cada 31 de diciembre se nos presentan por delante. Me imagino que será porque, de manera inconsciente y sin duda optimista, pienso que la sensación de tristeza, miedo e incertidumbre por lo que estamos viviendo desde hace diez meses, se esfumará en el momento en que se vaya este año tan negro
No son los grandes acontecimientos los que nos hacen vivir felices. De esos hay entre muy pocos y ninguno. No, son las cosas sencillas de la vida. Es recibir un abrazo de una persona a la que quieres mucho. Es poder consolar a esa misma persona, acariciándole la cabeza hasta que se duerma. Es organizar una reunión familiar, y dar besos, y cantar, y estar veinte personas juntas y hablando a la vez en diez metros cuadrados. Es coger un tren, y un cercanías, y otro tren, y charlar con tu desconocido compañero de asiento, y compartir con él tus galletas. Es llegar a tu destino en ese tren, y coger todo lo que ese lugar pone a tu alcance. Es hacer planes. Es estar con tu familia en Navidad. Y hacerlo todo con salud
Quiero volver a hacer eso. Y soy muy
consciente de que, sólo por estar aquí sentada expresando mi deseo, y confiando
en que se cumpla pronto, tengo que estar muy agradecida. Y lo estoy. Mucho. Y
por eso mismo no los olvido. A los que confiaban en llegar al 2021 y no
pudieron, y a los que en estos momentos están resistiendo. Resistid. Por favor,
resistid, que tenemos que llegar todos
Feliz y aburrido año