Todos
tenemos un día de cumpleaños. Y solemos recibir regalos. Pero el mayor de
ellos, incluso para el corazón aparentemente más duro, es sabernos queridos. No
con un cariño absurda e infantilmente ciego. No con un cariño interesado, que
vas a perder en cuanto cambie el viento. Ni con un cariño rutinario y vacío,
fácil de mantener porque no ha vivido nada
Quiero
que me quieras porque me conoces y aunque me conoces. Porque sabes que lucho por
ser alguien mejor de lo que soy. Que me quieras a pesar de mis errores y de mis
debilidades. A pesar de que un día me fallaste y te quise menos. Quiero que me
quieras porque hemos vivido mucho juntos, mi mirada siempre encima de ti, la
tuya sobre mí. Porque nos hemos dicho “no”, y seguimos siendo las mismas
personas. Quiéreme aunque sepas que no te entiendo. Porque yo a ti te quiero
así
Este
es el tipo de cariño que para mí sería el mejor regalo. Hoy no es mi
cumpleaños, pero sí es el de mi tía. Ella se merece recibir el cariño más
auténtico que todos le podamos demostrar, dejando aparcadas nuestra torpeza y
nuestra vergüenza a la hora de expresar sentimientos. Y, una vez recibido, como
va a ser una gran cantidad, ese cariño le va a alimentar el cuerpo y el
espíritu, y le va a dar toda la fuerza necesaria para seguir siendo una súper
tía. Y madre. Y abuela. Y persona. Todos estos títulos sumados a uno que
todavía nadie le ha quitado: Miss Simpatía con una preciosa sonrisa
Efectivamente, el mejor regalo es sabernos queridos... y querer. Muy bonito y profundo el post de hoy, tu tía ha recibido un estupendo regalo de cumpleaños.
ResponderEliminarMuchas gracias. Son cosas que te vienen a la cabeza mientras te lavas la cara a las 2 de la madrugada antes de irte a dormir. Y, por supuesto, hay que encender el ordenador y escribirlo :)
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