Cuando en septiembre del año pasado guardé en un maletero la mochila que usé para hacer un tramo del Camino de Santiago, lo hice para siempre. Ahí te quedas. Lo que no imaginaba era que, poco más de un año después, iba a rescatarla para un camino muy distinto
Esta vez no caminaba por mí, ni me ponía en marcha llevada por la ilusión y la fuerza de voluntad. Esta vez caminaba llevada por el dolor y la compasión por los que lo han perdido todo. Con una total sensación de irrealidad y un ansia por ayudar que rayaba en la obsesión, como quien se lanza al mar para salvar a alguien sin saber nadar, movido más por el corazón que por la cabeza
Por ese mismo camino marcha un ejército; uno que tiene como únicas armas sus manos y un corazón generoso. Yo quiero ser como ellos, y volver cada día a casa llena de barro de pies a cabeza, reventada físicamente pero con la satisfacción de haber estado en primera línea de batalla. Y me siento como George Bailey, que no pudo ir a la guerra y tuvo que quedarse en Bedford Falls haciendo tareas auxiliares, que a saber lo que es eso, pero no tiene pinta de ser muy heroico
Porque los voluntarios son héroes.
Héroes que dejan todo y andan kilómetros cargados con palas, rastrillos, cubos,
que empujan carros llenos de comida, que cargan mochilas llenas de cepillos,
bolsas de basura y detergente de lavadora. Desde Valencia, los primeros, pero
después desde todos los rincones de España; en camiones, furgonetas, coches o
tractores. Vamos todos a Valencia, que nos necesitan
Y es que ir hasta el infierno para ayudar a otros es de héroes. Poner tu salud en riesgo para que alguien a quien no conoces de nada no tenga que pisar, tocar y respirar barro un día más es de héroes. Tirar hacia adelante con todo en contra para llevar algo de consuelo a los que sólo tienen lo puesto, es de héroes
Muchas veces, a lo largo de mi vida,
he rectificado a quien ha dicho que soy valenciana: “yo soy de Albacete”, les
contestaba casi ofendida. Pues bien, estos días me he sentido más valenciana
que en los 40 años que llevo viviendo aquí. Y estoy orgullosa de los jóvenes
valencianos. Y orgullosa de la gente de los pueblos inundados, por su coraje, y
por no callarse más. Y me uno a su grito de auxilio, a su grito clamando
justicia, y a su súplica de que no les olvidemos
No nos olvidéis, por favor. No nos olvidéis
Qué alegría volver a leerte! Estos días han sido tristes para todos los valencianos’ y para mucha gente de fuera también. Queda la alegria y al agradecimiento de ver a tanta gente dispuesta a ayudar sin esperar nada a cambio. Y eso te hace ver que no esta todo perdido, cuando hace falta la gente responde.
ResponderEliminarMuchas gracias! Se ve que durante tres años no tuve nada que decir ;) Hay mucho malo en todo esto, demasiado, y cosas que nunca imaginamos que se añadirían al dolor inicial. Pero es verdad que también hay motivos para la esperanza. Me quedo con la entrega de unos y el agradecimiento de los otros
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