Este
mes de agosto he estado cuatro días en la playa. La playa tiene muchas cosas. Una
de las cosas que tiene es que cohabitas con especies a las que el resto del año
consigues evitar: chonis, poligoneros, medusas, tuppers con filetes empanados y
niños gritones. O sea, carne de Ola, ola.
Otra
de las cosas que tiene la playa es que nos iguala a todos por abajo. Vistos de
lejos. Cuando uno se acerca, los bikinis de flecos, los mama y papa, la sombrilla
de Mahou, los tatuajes, las viseras y la lectura del Pronto van poniendo a cada
uno en su sitio. Eso sí, todos hacemos pis en el mismo mar.
La
playa es como una obra de teatro en la que siempre actúan los mismos personajes:
Un
padre y un hijo empiezan a hacer un castillo de arena. Al cabo de cinco minutos
el hijo se harta y se va a hacer el hooligan por ahí. El padre ni se percata de
la ausencia de su vástago y continúa con el castillo como si no hubiera un
mañana. La escena siempre termina con el castillo aplastado bajo los pies del
chaval y el padre diciendo “¿Tas tonto?”
A
las 7 de la mañana, entre cincuenta y sesenta maridos son obligados por sus
mujeres a bajar a la playa para plantar la sombrilla y de una a tres sillas. Su
única misión es hacer la puñeta al personal, porque suelen bajar a poner sus
culos en los asientos sobre la una del mediodía, hora en la que la playa
empieza a despejarse y no tendrían problema en situarse en primera fila. Cosas
de viejos
Una
pandilla de chicos y chicas. Ellos con el bañador remangado, ellas opositando a
it girls de su bloque. Todos con un móvil de última generación en la mano. Su
guión es el más fácil de aprender; se limitan a decir “tía”, “nano”, tacos
varios, y a soltar grititos. Y una frase imprescindible: “Esta pa´l Twitter”
Luego
hay una serie de personajes recurrentes
pero no menos frecuentes:
La
orca o cocodrilo hinchable. El guarro que se baña con camiseta. La niña de
entre 9 y 11 años con un desarrollo ya considerable de sus glándulas mamarias pero
que sigue llevando un bañador de braguita. Y el señor de mediana edad, híper
bronceado, con braga náutica, sortijones y cadenonas estilo Mauricio Colmenero.
Así que, ¿qué más da si la playa no
estaba desierta, y si el mar, en lugar de bañarte la piel, te daba unos
trompazos que te hacían engullir arena? Estamos salvados, porque el macho ibérico todavía existe
Totalmente de acuerdo. La playa es un mundo aparte, donde yo estoy los abuelitos bajan a coger sitio y esperan a que pase la maquina que limpia la playa y luego... a correr para pillar un sitio que no ocuparan hasta las doce.
ResponderEliminarEn un mundo ideal, colocarían las cosas antes de que pasara la máquina, y luego esta se lo llevaría todo por delante
EliminarAy... me he reído a gusto.
ResponderEliminarPero contado así, todo junto, parece que has estado en choni-playa. Es curioso lo diferente a eso que es una playa de piedras. Las propias piedras hacen una selección natural.
Es que yo voy a playas de pobres.Pobres pero honrados
EliminarDesde mi más sincera opinión, solo me queda aplaudirle por tan magnífico blog. Sinceramente, bordao. :)
ResponderEliminarMuchas gracias,Mery.Me hace mucha ilusion tener una nueva comentarista.Por otra parte,tambien tengo miedo de que la presion por estar a la altura de tus expectativas (y de las mias) acabe matandome.En fin,una cosa por otra
EliminarPara el que vale, la presión no existe. :D
EliminarEsa, pa´l twitter
Eliminar