El
motivo por el que no he podido escribir el blog estos días es que tenía
estropeado el ordenador. El motivo por el que, además, no he sido capaz de
escribir el blog, es que tengo estropeado algo menos tangible.
Cuando
se muere una persona a quien queremos, algo se rompe. Tu inocencia, tu
presente, tu futuro, tu infancia o tu alma. O todo a la vez. Cuando quien se
muere es más joven que tú, además se te rompen los esquemas. Y cuando ese
alguien es tu hermano, se van con él parte de tus raíces.
Mi
madre ya no tiene a todos sus hermanos. Ya no tiene todo aquello que la unía a
sus padres de una manera que va más allá de unos sentimientos inquebrantables. Falta
uno de su misma sangre, y los recuerdos parecen hoy más lejanos. Un bautizo
celebrado con brazos de gitano de Matías, un monedero regalado sólo con la
intención, correr a comprarles algo a los pequeños en cuanto tenías unas
pesetas, aquellas llamadas desde el extranjero, saber que te quieren, tantas
horas en la carretera, y también de convivencia. Los recuerdos cobran vida
mientras la realidad habla de muerte. Y también de esperanza. Porque muchos
sabemos que esto no es el fin.
Tío,
te mereces el mejor de los descansos en la mejor de las compañías. Y tienes que
tenerlo. Lo tienes. Nuestras almas partidas lo saben
Con unos me haces reír, y con otros, como éste, llorar. Se queda mucho por decir y por hacer. A ver si, al menos, nos sirve para aprender.
ResponderEliminarOjalá. Yo soy escéptica
EliminarTodos los buenos se reúnen allá arriba. Yo lo sé. Y yo lo digo porque es así. :)
ResponderEliminarBeso!.
Es así, ¿no? Pues va a ser que sí. Bechos
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