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jueves, 18 de julio de 2013

LA VIDA NO ESPERA

Hace ya tiempo, al llegar a mi trabajo de entonces, una persona que también trabaja allí me hizo una pregunta. Así, de buena mañana, me dice "Cristina (oops), dime algo bueno que te haya pasado hoy". Es de ese tipo de personas que dice cosas que casi nadie dice. Y me encanta, porque estoy harta de la gente predecible y que no se desvía del camino establecido. A lo que voy. Le contesté algo así: "¿Algo bueno que me haya pasado hoy? Levantarme por la mañana y que mi familia esté bien". Se sorprendió, porque, muchas veces para mal, yo tampoco suelo decir lo que se espera que diga.

¿Qué tenía que decirle? ¿Que aún no me había pasado nada bueno? Sería mentira. ¿O es necesario que te aumenten el sueldo, que tu mujer te diga que vais a tener un hijo o que te compres un coche nuevo para poder decir que te ha pasado algo bueno? Si fuera así, sólo deberíamos sentirnos afortunados tres o cuatro veces al año. A veces, para que te pase algo bueno, lo único que hace falta es que no te pase nada malo. Y no es conformismo ni resignación; es agradecimiento y aprecio por la vida.

No creáis que yo siempre pienso así; me quejo y me autocompadezco como todos. Y me hundo, me levanto, me vuelvo a hundir y me vuelvo a levantar mil veces. Pero, gracias a Dios, tengo dos manos, dos piernas y la cabeza en su sitio la mayor parte del tiempo. Por eso, cuando termino de lamentarme por lo desgraciada que soy, aún me queda la lucidez suficiente como para que me entren ganas de abofetearme a mí misma por mi patetismo.

Muchos caemos en el error de pensar que la vida nos debe algo, y que en algún momento nos va a compensar por el sufrimiento que podamos haber pasado. Pero la realidad es que la vida no nos debe nada; si así fuera, en una hipotética lista de acreedores de la vida, yo estaría de las últimas. Y estoy segura de que la mayoría de vosotros también. Me imagino que la vida empezaría por pagar a aquellas personas a las que no les ha dado ni una oportunidad, y todos sabemos que de esas hay millones. Antes que yo también estarían en la cola las personas que están solas, las que lo han perdido todo, los enfermos, las que no conocen el amor, las que no conocen la bondad, las personas sordas y ciegas y los maltratados. Y, aunque no creo que la vida se sienta en deuda con nosotros, sí tengo esperanza en las personas y fe en Dios. De que entre unas y otro podamos poner algún parche en lo que la vida nos ha quitado o nunca nos ha dado.

¿Habéis visto Qué bello es vivir? Ojalá se nos apareciera a todos un Clarence, incluso si eso supusiera estar al borde del precipicio.

Y, sinceramente, me da igual Nelson Mandela

2 comentarios:

  1. ¡Qué entrada tran profunda! Debe de ser una señal, porque esta mañana una amiga, ante mis quejas por una situación personal, me dice ¿te has parado a pensar cuál es tu problema? ¿de qué te quejas? tienes un trabajo que te gusta, salud, un hijo estupendo, y una familia, y los problemas que me cuentas no se pueden cambiar, así que empieza a afrontarlos de otra forma. Y me he quedado avergonzada...

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    1. Un comentario también muy profundo. La teoría la sabemos todos; pasemos a la práctica de una puñetera vez

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