En
la puerta de Mercadona hay una chica pidiendo. Tiene treinta y pocos años y una
pinta normal. Está de pie con un carrito de la compra al lado, y se acerca a la
gente que entra y sale del súper para pedirles comida. Algo acerca de unos
niños, me pareció oírle una vez. En realidad, ya no necesita ni acercarse,
porque todo el mundo la conoce y ya van a ella directamente.
La
veo todos los días de la semana, los laborables, al menos, mañana y tarde. Cuando
no está, lo primero que me viene a la mente es que estará vaciando el carro. Para
volver. Y volverlo a llenar. Y otra vez desaparecer. ¿Para qué necesitará 4 ó 5
carros llenos al día? Podría ser, pero dudo que sea la encargada de un orfanato
ruso. Quizá está llenando un bunker de provisiones ante una improbable guerra
nuclear. Quizá tiene que alimentar a una familia muy grande, y a medio
vecindario. O quizá no necesite alimentar a nadie, y todos esos productos
acaben en un supermercado clandestino. O los lleve a otro Mercadona para que le
devuelvan el dinero, como así le contó un día a mi madre una cajera. O vaya
usted a saber. Todos hemos visto más cosas de las que hubiéramos querido.
Ya
no me fío de nadie. Antes me fiaba, porque podías fiarte. A lo mejor alguno te
engañaba, pero costaba creerlo. Ahora cuesta creer lo contrario. Te obligan a
ser menos ingenua y, probablemente, más injusta. Al pedirte, te quitan. Así que
prefiero dar a los que no me piden nada
Es triste, pero hay algunos casos en los que desconfías, y a lo mejor fallas. Como la señora que se pone a la puerta de un hospital y pide para sus tres niños. La gente le da, claro, pero alguien me contó que los niños no existen, que lo que te imaginas por el aspecto que tiene (que se fuma todo lo que recoge), es cierto. Y en la puerta de una iglesia tienen repartidos los sitios y las horas, y ¡cuidadito con que uno se salte el turno!. O la señora que pedía en la calle rodeada de velas y al morir descubrieron que su armario era la Reserva Federal. Está claro que no todos son iguales, pero prefiero dar a lo seguro.
ResponderEliminarYo es que no sé si hay algo seguro
EliminarSi, es triste, pero yo he visto a los mendigos que piden en mercadona bajarse de un mercedes y ponerse a pedir.
ResponderEliminarY yo a uno pedirme en una silla de ruedas, y a los 20 metros levantarse tan campante de la silla y darse un garbeo
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