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sábado, 21 de diciembre de 2013

TAPAR AGUJEROS



Otra vez mañana la ilusión de la lotería, aunque hayan intentado quitárnosla con ese ridículo anuncio. A pesar de que, año tras año, no haya suerte ni en la pedrea, para mí es uno de los días más especiales de la Navidad. Siempre es igual: poner la tele y la radio temprano, correr cuando alguien nos dice “¡Ha salido el Gordo!”, apuntar todos los números premiados, desilusión, un ratito de cagarse en todo lo que se menea, curiosidad por ver dónde ha tocado, ver el tradicional desfile de loteros, premiados y botellas de cava, y terminar de rematar la faena con la pedrea.

El año pasado no di una, pero me vuelvo a mojar; mañana el Gordo va a terminar en 9. Es más un deseo que una corazonada, pero ahí lo dejo.

Luego hay otra lotería. La que tapa otro tipo de agujeros. Agujeros emocionales, afectivos y sentimentales. Una lotería que tocó en mi familia el 22 de diciembre de hace catorce años, y volvió a tocar justo dos años después. Tres niños que son el mejor premio que nadie podría desear. Con lo mejor que puede tener una persona: un gran corazón.

Si esa es la compensación a cambio de que nunca jamás nos toque la lotería, la acepto agradecida y feliz


2 comentarios:

  1. Claro que hace ilusión que te toque algo. Si es un poco, para tener excusa y salir a algún sitio con los que quieres: esto, con lo de la lotería. Y si es un poco más, para ayudar un poquito, que también es una forma de tapar agujeros. Y si no toca, que no tocará, doy gracias a Dios porque me haya tocado la lotería tantas veces antes en la vida, y me siga tocando cada día. La buena, la de verdad.

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