LA OVEJA LOLI

Hoy me han pillado por banda en una farmacia, me ha dado penilla la muchacha y de repente me he visto sentada en un cuartito y con la colega arrancándome un pelo. Para un estudio capilar o algo así. La señorita me ha obligado a ver mi cuero cabelludo en un monitor, y es algo asquerosísimo. Al menos el mío. A continuación he vivido en directo un anuncio de la teletienda contándome las maravillas de no sé qué champú que costaba la friolera de 24€, y unas vitaminas con un ingrediente que sólo usan ellos, de África o por ahí, también a 4.000 pelas la caja. Yo, mientras, con cara de póquer. La chica, muy perspicaz ella, se ha pispao del póquer y, resignada, me ha preguntado si iba a ir a recoger a la clínica el resultado del estudio de mi pelo. Podía haberle dicho que sí, pero es que no iba a ir, así que le he dicho que no. Y me suelta “entonces no lo mando a analizar”. “No, claro, no te molestes”, le digo yo. Adiós, adiós, gracias, gracias. Muy mal, porque tenía que haberle dicho que me devolviera mi pelo. ¿Y si me hace vudú? ¿O cosas peores? Que yo me he leído El aliento de los dioses y El nombre del viento, y con un pelo se pueden hacer cosas escalofriantes. No, esperad, ¿y si me clona? ¿O me encuentra cinco hermanos con el ADN? Un sinvivir