Ya empieza a hacer tiempo de irse los fines de semana a la casita de verano
Para
mí no hay ni habrá juguetes como los clicks. Me gustaban de pequeña, me
gustaban de jovenzuela y me siguen gustando ahora. ¿Si te gustan los clicks con
treinta y pico eres una friki? Me da igual. Si pudiera me los compraría todos,
tendría la casa invadida de clicks y me sacarían en algún programa de gente
rarita.
¿Es
que puede haber alguien a quien no le gusten estos juguetes tan perfectos? Vale.
¿Es que puede haber algún niño a quien no le gusten estos juguetes tan
perfectos? Desbordan imaginación, no les falta ni el más pequeño detalle y hay
para todos los gustos. Oeste, granjas, policía, construcción, piratas, época
medieval, casas, colegios, piscinas, playa, heladerías, la selva, el zoo, aviones,
barcos, coches, caravanas, bomberos, hospitales, pirámides, guerreros, hoteles,
tiendas, belenes, palacios, unicornios, naves espaciales, fútbol… Una lista que
no termina nunca.
Lo
que tampoco termina nunca con los clicks es el juego. Hace años los Reyes me
trajeron la granja. Bueno, pues durante más de veinte años, entre quince y
veinte generaciones de niños han jugado con esa granja. Hoy en día quedan pocas
vacas con las cuatro patas y el rabo, y es imposible volver a montar la valla, pero
en un hipotético Toy Story, esos pequeños y maravillosos juguetes estoy segura
de que serían los más felices.
Desde
estos, los primeros que recuerdo, y de los que aún conservo bastantes piezas,
hasta esto, que ya es el colmo de la sofisticación,
los clicks han evolucionado
muchísimo. Y, sorprendentemente, ahora son mucho mejores que hace años. Y si a
alguien le sorprende que esto me sorprenda, que mire una Nancy de las que
venden hoy. Por ejemplo. Pero lo mejor es que, aunque han cambiado, son los
mismos. Eran clicks y siguen siendo clicks. Sólo que antes eran reyes,
soldados, piratas, indios y vaqueros, y ahora, además de todo eso, son agentes
secretos, pediatras y pizzeros, viven en casoplones, van de vacaciones y se
ponen bañador. Joder, Jobar, es que yo quiero ser un click.
Creo
que ahí está el quid de la cuestión. Cuando juegas a los clicks puedes ser granjera,
atrapar a los malos, ganar una carrera de caballos, surcar los mares, cantar en
un salón del oeste, dar de comer a un tigre, viajar en caravana, jugar en tu
casita del árbol, casarte y tener hijos, conducir una diligencia, enfrentarte a
un dragón o vivir en una casa de ensueño. El pirata va al hospital a que le
pongan una pierna nueva, el indio es el primo que llega para pasar la Navidad con su familia de
la capital y nadie se extraña de que un fantasma se siente a tomar un helado. ¿Quién
puede resistirse a eso?
¡Qué entrada más bonita la de hoy! ¡Y qué nostalgia! A mí me encantaba la facilidad para cambiarles de pelo, de sombrero... un click sobre la cabeza hueca y se convertían en otro personaje. Ahora tienen hasta el más mínimo detalle.A cualquier niño, de cualquier época, le gustan.
ResponderEliminarMuchas gracias
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