No.
Los Reyes no han vuelto para traerme más agujeros. Habrán pensado que bastantes
agujeros tengo ya en mi vida. Por más que he gritado llamando a Baltasar, debían
estar ya en Oriente, porque por aquí no ha pasado nadie. Desilusionada, he
bajado a la tienda a preguntar por los agujeros, y me han dicho que los tengo
que hacer yo. Manda huevos. ¿Tanto les costaba hacer unos cuantos agujerillos más?
Malditos chinos… Por cierto, si alguna vez me sigue alguna persona china, no
leas esto, por favor. Y recibe mis respetos. A no ser que seas uno de los que
ha fabricado mi escritorio multimedia, en cuyo caso quiero que sepas que te
tengo en mi lista negra. Eso, si es que algún día llega a ser un escritorio, y
no un puñado de piezas esparcidas por una habitación. “It´s easy”, dice la
caja. Una mierda pa ti.
El
caso es que me toca a mi hacer los bujeros, y no veo yo nada clara la cosa. Las
dependientas de la tienda me han mirado con cara de decir “pobre lerda”, y yo
las he mirado con cara de decir “si vosotras habéis montado la mesa, yo te
monto cinco en menos tiempo del que tarda en peinarse Paquirrín”. Y lo voy a
hacer. Una, no cinco. Y voy a poner foto. Lo prometo por los clicks de Famobil,
por el chocolate y por John Wayne
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