Hermanos:
Ambicionad
los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino mejor.
Ya
podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor,
no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden.
Ya
podría tener el don de predicción y conocer todos los secretos y todo el saber;
podría tener una fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada.
Podría
repartir en limosnas todo lo que tengo y aún dejarme quemar vivo; si no tengo
amor, de nada me sirve.
El
amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no
presume ni se engríe; no es maleducado ni egoísta; no se irrita, no lleva
cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
Disculpa
sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites.
El
amor no pasa nunca
He
oído esta carta de San Pablo a los corintios en la mayoría de bodas a las que
he asistido en los últimos años. Es una lectura bonita, pero ha acabado aburriéndome.
Me parece el recurso fácil: “esto es una boda y aquí nombran mucho la palabra
amor, así que la metemos”. Muy bien, no pasa nada, habrá a quien realmente le
guste, así que unos por otros.
¿Pero,
cuando las cosas van mal, alguien se acuerda de lo que se dijo el día de su
boda? ¿De lo que dijeron ellos? ¿De lo que dijo el cura, el juez, alcalde o el
que pasaba por allí? ¿No vale de nada saber que has prometido algo ante Dios? ¿O
ante ti mismo? O ante el Código Civil, que seguro que habrá alguien a quien le
imponga. Ah, claro, es que lo de la fidelidad, el respeto, la ayuda, la
prosperidad y la adversidad, están bien siempre que haya amor. Ah, ¿qué también
prometí amarte siempre? Pues lo siento, esto es lo que hay; así que, puerta.
Yo
no soy la más indicada para hablar de esto, pero sé que todos los matrimonios
pasan por situaciones difíciles. Por una crisis personal, por una mala
comunicación entre la pareja, por discusiones continuas por cosas sin
importancia, por decepciones. Nada tan grave como para ser insuperable siempre
que por las dos partes haya voluntad de solución. ¿Pero qué pasa cuando una de
las partes no tiene ninguna intención de arreglar nada? ¿Cuando no está
dispuesta a hacer el esfuerzo que requiere arreglar la situación, porque
resulta que ya está “en otra onda”? Pues pasa que el otro está vendido. No se
ha merecido ni la oportunidad de salvar su matrimonio. Porque, ¿qué importancia
tiene la palabra dada? Hace muchos años, un paisano no podía cumplir la palabra
que dio, así que le ofreció al otro un millón de pesetas de entonces a cambio
de que le devolviera su palabra.Os doy mi palabra de que así me lo contaron
Antes, la palabra dada valía mucho, era como un contrato ante notario. O más. Ahora, donde dije Digo digo Diego, según convenga. En cuanto a los matrimonios, la primera pregunta que hace un terapeuta matrimonial es ¿quieres salvar esto? ¿crees que merece la pena luchar por mantener la familia que tienes? La respuesta, tú mismo.
ResponderEliminarNo solo es la palabra dada, que también,sino esforzarte por aquello que un dia decidiste que era importante, que era lo que tu querias, la vida que elegiste voluntariamente.
ResponderEliminarNo siempre es facil,pero en los malos momentos hay que recordar los buenos e intentar recuperarlos.
Fué tu promesa,en lo bueno y en lo malo.
De todo eso nos olvidamos cuando nos conviene. Contínuamente vemos a nuestro alrededor que las promesas y los compromisos no valen nada, y si tampoco te transmitieron muchos valores..., pues todo vale. Lo único que importa es el "yo"
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