BICHOS

Ayer fui a un curso de wedding planner. ¿Que qué? Or-ga-ni-za-do-ra de bo-das. Madre mía… En fin, el caso es que en este cursillito me reafirmé en algo – la ignorancia es atrevidísima -, y llegué a una conclusión definitiva: soy un bicho raro.

Hasta ayer pensaba que los raros eran los demás (algunos demás, no todos). Panda de paletos, mediocres, ignorantes, analfabetos, garrulos y cretinos, pensaba yo. Ahora sigo pensando lo mismo, pero además pienso en lo que ellos pensarán de mí. Que soy la rarita, la anormal, la aburrida, la apestada.

¿Por qué narices no puedo reírme de lo que se ríe todo el mundo? ¿Por qué no puedo ir a donde va todo el mundo? ¿Por qué intento enmendarle la plana a una profesora que desconoce algo que yo sé? ¿Por qué sé cosas que no le importan a nadie y no me importan las que sabe todo el mundo? ¿Por qué coño tengo que ir tanto a mi bola, cuando ni yo misma sé qué bola es? ¿Por qué, la mayoría de veces, cuando miro el móvil para saber la hora, después de guardarlo no tengo ni idea de qué hora es?

Lo dicho. Un bicho raro