Hoy
he estado en la feria. La de los cacharritos. Vamos, la de las atracciones. Esa
feria. Para empezar, a las ferias hay que ir siempre por la tarde o por la
noche. Si vas antes de comer, están la mitad de las atracciones y las tres
cuartas partes de los puestos cerrados. De hecho, un churrero ha echao el
cierre en mi cara. Y yo quería churros. ¿No hay gente? Pues pa qué cierras,
tontolaba… Idiosincrasia del feriante, debe ser.
Hoy,
como en los últimos quince años, no me he montado en nada. Las opciones
consistían en unas camas elásticas, unos ponys dando vueltas (a estos
animalicos no los defiende nadie, ¿verdad?), un tren en el que un figura con
disfraz de Bob Esponja te daba con un globo en la cabeza y los coches de
choque. De los coches de choque tengo ingratos recuerdos y las otras
alternativas podían causarme traumas irreversibles. Así que me he ido a por
unos churros. Y tampoco.
Yo
siempre he sido muy de feria. Y me vienen a la mente tantos recuerdos… Casi
todos malos. Como aquella vez que me subí a un tren pensando que era todo tipo
Disney happy ever after y resultó ser el tren del terror. Si entonces hubiera
sabido algún taco, se habría enterado el gitano de la taquilla. O cuando, en
ese gran clásico que es el Pulpo, las pasé pu…, canutas, las pasé canutas, al librarme
por los pelos de salir propulsada hacia el suelo albaceteño. Y mi madre nunca
olvidará la vez que se subió conmigo al Látigo; sólo diré que no es la mejor
situación que pueden compartir una madre y una hija. También recuerdo los
moratones más grandes que me han salido nunca; en las piernas y por cortesía de
una montaña rusa cabroncilla. Y esos muñecos tipo autómatas pisando uvas que
estoy segura de que aún me provocan pesadillas (nunca las recuerdo, por eso no
puedo afirmarlo).
Y
lo peor de estas situaciones es que, mientras tú estás gritando de sufrimiento,
al borde del llanto y suplicando que paren eso de una santa vez, todo a tu
alrededor es fiesta. La gente riéndose y la música atronando. Por eso nadie te
oye. A punto de estamparte, rodeada de gente, y sola. Un drama.
Y,
para acabar, otro clásico: la tómbola. A mí nunca me tocó nada decente. Mis
padres venga a comprar boletos, - Va, el
último -, y nada. Todo el suelo alfombradito de boletos sin premio. Sólo
conseguí un bolígrafo con forma de raqueta y una especie de loro de peluche
apoyado en un aro y con un muelle para colgar, y eso después de gastar como 500
pesetas. Fascinante. Ni mini cadena, ni muñeca chochona, ni bicicleta. Un loro.
Qué
alegría, qué alboroto. Papá, llévame a la feria
Lo mejor de la feria, a partir de ciertas edades, es ver cómo disfrutan los niños. Por eso aguantas el polvo, la música atronadora, los precios por un minuto y medio de atracción... Y, de paso, te viene algún que otro recuerdillo de cuando tú estabas en su lugar.
ResponderEliminarEs que yo aún no estoy en "ciertas edades". ¿O sí?
EliminarMuy bueno Cristina! Sólo te ha faltado hablar del momento en el que te evisceran sin compasión cuando te clavan 5 euros por el viajecito de tu vástago en el tren ese donde el fulano vestido de Bob Esponja (ha debido de cambiar, porque en uno que ponen todos los años en Sada, el mentecato iba disfrazado -es un decir- de Bart Simpson, y en lugar de darte con inofensivos globos, te sacudía a conciencia con una escoba de paja) Y qué decir de los toritos mecánicos que se pasan la tarde entera agitándose y contoneándose al ritmo de una pegadiza cancioncilla de hace 7 años "hay que ser toooorero, poner el alma en el ruedo" y tralarí tralará. Si es que después de una tarde en la feria uno acaba empatizando con Hannibal Lecter
ResponderEliminarBesos
Felipe
"No importa lo que se venga pa que sepas que te quiero, como un buen toreeeero, me juego la vida por tiiiiiii". Buenísimo. Bob Esponja, Bart Simpson..., ¿no son los mismos? Te sacuden con la escoba o te tiran limpiacristales a los ojos. Sádicos y, encima, cobardes. A que no dan la cara, ¿eh? Pues mira, casi mejor
EliminarMuchas gracias, Felipe. Besos
A mi no me van nada las ferias. Puede que haga treinta años que no voy a ninguna. Me dan miedo todas las atracciones.
ResponderEliminarY siento lo de los churros, pero míralo por el lado bueno,¡¡ los churros engordan!! como casi todo lo que esta bueno.
Ya, pero es que ayer era el último día antes de empezar el régimen. No pasa nada, habrá muchos más "últimos días"
Eliminar"La gente riéndose y la música atronando. Por eso nadie te oye. A punto de estamparte, rodeada de gente, y sola. Un drama" jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaajjajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajjajajjajajajajajjajajajajaa mueeeeeeeeerta en el suelo estoyJaajajajajajajajajajajajajajajajja
ResponderEliminarAMÉN.
¡Mery, La Mujer D y tú tenéis telepatía!. O también: ¡Mujer D, Mery Moraledas y tú tenéis telepatía! Ostras, ostras, ostras
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