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jueves, 14 de noviembre de 2013

FELICES SUEÑOS



Cuando era pequeña, y me había ido a la cama, siempre le decía a mi padre: “No apagues la luz del pasillo”. Me daba miedo la oscuridad. Entonces era uno de los pocos miedos que tenía, si no el único.

Hoy ya no me da miedo la oscuridad, pero sigo temiendo a los fantasmas de la noche. Los que aparecen antes de dormirme y me recuerdan mis miedos, mis frustraciones, mis melancolías y preocupaciones.

Y es que en la quietud y soledad de la noche todo se ve distinto; más claro. Rodeados de gente y sin parar de hacer cosas, no nos da tiempo a pensar más allá del “ahora”. Pero ya quietos, y solos, y con la perspectiva que da el día terminado, no hay excusa. Lo único que hay es una esperanza: todo se verá mejor por la mañana. Y siempre es así

2 comentarios:

  1. Es verdad, Lo mejor es acostarse agotado. Cuando por la noche piensas en lo que te preocupa, lo que tienes que hacer...se añade la ansiedad de que no puedes hacer nada hasta el día siguiente. Así que, lo mejor, aplazar la preocupación para la mañana siguiente.

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