Cuando
era pequeña, y me había ido a la cama, siempre le decía a mi padre: “No apagues
la luz del pasillo”. Me daba miedo la oscuridad. Entonces era uno de los pocos
miedos que tenía, si no el único.
Hoy
ya no me da miedo la oscuridad, pero sigo temiendo a los fantasmas de la noche.
Los que aparecen antes de dormirme y me recuerdan mis miedos, mis
frustraciones, mis melancolías y preocupaciones.
Y
es que en la quietud y soledad de la noche todo se ve distinto; más claro. Rodeados
de gente y sin parar de hacer cosas, no nos da tiempo a pensar más allá del “ahora”.
Pero ya quietos, y solos, y con la perspectiva que da el día terminado, no hay
excusa. Lo único que hay es una esperanza: todo se verá mejor por la mañana. Y
siempre es así
Es verdad, Lo mejor es acostarse agotado. Cuando por la noche piensas en lo que te preocupa, lo que tienes que hacer...se añade la ansiedad de que no puedes hacer nada hasta el día siguiente. Así que, lo mejor, aplazar la preocupación para la mañana siguiente.
ResponderEliminarEn las tinieblas todo se ve negro. Ah, no, que era claro
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