Vistas de página en total

domingo, 24 de noviembre de 2013

SERMONES



A ver, porque hoy salgo de misa pelín rebotada. La homilía no creo que esté para que el sacerdote luzca su voz perfectamente modulada mientras no dice absolutamente nada. Llevo más de treinta años oyendo las mismas lecturas y los mismos evangelios, más lo que haya podido leer por mi cuenta, y, de verdad, creo que soy lo suficientemente inteligente como para entender lo que quieren decir. No necesito que me hagan un comentario de texto. No necesito que me amplíen lo que acabo de oír, parece que, para algunos, de forma muy resumida. Necesito escuchar algo que me haga salir de misa con ganas de ser mejor persona. Algo que me haga reflexionar. Algo que me anime a seguir el ejemplo de Jesús.

La homilía es lo menos importante de la misa. De hecho, si se suprime, no pasa absolutamente nada; la misa sigue siendo misa. Así que, si no tienes nada que aportar por ti mismo, se lo copias a otro. Y, si no, ten la suficiente humildad como para quedarte callado. Porque no me gusta que me hablen como a un ser iletrado e inferior. Porque entonces, voy, me reboto, y tengo que escribir estas cosas.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario