A
ver, porque hoy salgo de misa pelín rebotada. La homilía no creo que esté para
que el sacerdote luzca su voz perfectamente modulada mientras no dice
absolutamente nada. Llevo más de treinta años oyendo las mismas lecturas y los
mismos evangelios, más lo que haya podido leer por mi cuenta, y, de verdad,
creo que soy lo suficientemente inteligente como para entender lo que quieren
decir. No necesito que me hagan un comentario de texto. No necesito que me
amplíen lo que acabo de oír, parece que, para algunos, de forma muy resumida.
Necesito escuchar algo que me haga salir de misa con ganas de ser mejor
persona. Algo que me haga reflexionar. Algo que me anime a seguir el ejemplo de
Jesús.
La
homilía es lo menos importante de la misa. De hecho, si se suprime, no pasa
absolutamente nada; la misa sigue siendo misa. Así que, si no tienes nada que
aportar por ti mismo, se lo copias a otro. Y, si no, ten la suficiente humildad
como para quedarte callado. Porque no me gusta que me hablen como a un ser
iletrado e inferior. Porque entonces, voy, me reboto, y tengo que escribir
estas cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario